viernes, 31 de diciembre de 2010

La Granja en blanco.





No puedo volver a resistirme. De las muchas fotografías tomadas en La Granja el domingo pasado he escogido otras cuatro. Puntos de vista, tomas parciales de un grupo escultórico: niño jugando con una oca.
A la sombra de la ladera, en un cruce de parterres, surge esta fuente monumental. Arcos y figuras, columnas y pedestales. Blanco mármol y metal metalizado. En una esquina, como terminación acertada del pilón de una fuente, aparece esta composición. No todos los grupos tienen la misma gracia, no todos aciertan en su disposición, ejecución y movimiento. Esta llamó mi atención.
La maestría de un escultor a veces desborda en pequeños ejemplos. Y me encanta descubrirla entre un vasto escenario de elementos singulares. Fotografiarla por partes, destacar el paso del tiempo, el momento único de la gota de agua resbalando por su superficie, primeros planos, desenfoques... busco una sensación plasmada en una imagen.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Luz de velas. Esencias en Gijón.





Ayer me ocurrió una entrañable anécdota. Unos clientes, una pareja de Gijón, pasó por la tienda de casualidad. Les encantaba el ambiente y reconocían algo en ella. Tras una vuelta por su interior, se acercaron al mostrador portando unas velas con esencia. Nos dispusimos a hablar y después de unas palabras me preguntaron: ¿no tenías un local antes cerca de aquí?. Sí, eran antiguos clientes del antiguo DAD (nuestro precedente a escasos metros del actual). Cada año por estas fechas visitan un familiar en Madrid, y un año ya no nos encontraron. Ella, entre otras cosas, consumía nuestras velas. Como no las encontraban, conservaba una, envuelta en el mismo papel de seda rojo con las que las entrego en la actualidad. ¡Todavía desprende olor! Me dijo. Ya han pasado cinco, seis... años desde entonces.
La esencia natural perdura, se desprende de manera gradual al ser quemada y crea un ambiente especial.
Hablamos entonces de Madrid, del barrio, sus cambios, Gijón...
Una sola vela ha sido la responsable de un feliz reencuentro, de una charla amigable que espero se vuelva a repetir.

martes, 28 de diciembre de 2010

Antes y después. Cocina.



Es la misma cocina, son los mismos muebles, pero no lo parecen... ¿qué ha cambiado? El concepto de entender su relación con el entorno.
Antes, una pretendida estética "actual" basaba en el color blanco su argumento. Blanco para las paredes, blanco para el techo, blanco para el suelo (¿en una cocina que quiere ser útil...?). Para dar comodidad, los utensilios de cocina cuelgan de barras, permanece en las encimeras... Lo que pretendía ser un espacio de higiene acaba rebosante de huecos, esquinas en los que se hace muy difícil y costoso mantener la pulcritud.
Resalto el blanco del suelo. Su cambio fue la razón fundamental a la hora de realizar este encargo (no hay palabras para definir los calificativos dedicados por los propietarios en este aspecto).
Después, se ha añadido mármol. El color refuerza el contraste con los muebles. En ellos, ahora, resaltan sus líneas puras. Se antojan más modernos. Permiten una ubicación más rápida en su contorno.
La cornisa de madera refuerza un carácter acogedor. En este caso, los propietarios disfrutan del arte culinario y querían un ambiente más... (no lo sabían definir). Distinto a lo que ya tenían.
Les propuse nuevas texturas, superficies con vida. Pero mantener el carácter práctico, cómodo. Volví a introducir en los cajones los utensilios y solo mantuve en superficie unos espectaculares pimenteros de gran valor sentimental.
Estas dos fotografías desvelan que lo importante no es gastarse mucho dinero en comprar sofisticados muebles de diseño. Sino el saber sacar el máximo partido a una inversión. Ya no es sólo una cuestión estética. Se han de crear espacios para las personas. Que reflejen su personalidad.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Frío domingo. La Granja helada.





No habíamos hecho planes. Tras unos intensos días de reuniones y comida amanecía un frío domingo. Bajo cero...
De repente se me antojó pasear por los jardines de La Granja (Segovia). A una hora por autovía desde Madrid no era demasiado tarde para intentarlo. Y vaya si mereció la pena.
Un blanco manto de nieve cubría los jardines. Arboles y estatuas lucían una nueva vestimenta. Un paseo por estas desiertas avenidas desvelaban inusuales perspectivas, descubrían fuentes y estatuas arropadas por un frío ropaje que las hacía más atractivas, más románticas.
El sol brillaba con fuerza y reforzaba las sombras que proyectaban los árboles contra las praderas. Pinos, abetos, castaños... setos de boj, hiedra... la mirada se centra en cómo la nieve se posa sobre sus superficies. Los cristales de hielo avanzan hacia el cielo en una asombrosa competición que merece una detenida observación. Amplía la foto del primer plano de nieve y comprobarás con detalle como a la potente luz de día estas diminutas y puntiagudas puntas desvelan un universo geométrico, casi perfecto, que a simple vista se antoja tan suave como un terciopelo blanco.
Para mí, los jardines de La Granja representan uno de los más evocadores ejercicios de paisajismo realizados en Europa. Sus acertadas perspectivas, su entorno agreste de montañas y vegetación, los convierten una de las escapadas más acertadas desde Madrid.
Un antiguo placer real, ahora al alcance de todos.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Luz para una entrada.





Hace unos días un cliente organizó una cena en su nueva casa. Quería mostrar a sus amigos dónde se ha trasladado, un edificio recientemente rehabilitado en el centro de la capital.
Los nuevos apartamentos, tres lofts diferenciados del edificio, poseen una amplia entrada individual desde la calle. En ella he desarrollado una decoración navideña un poco atípica.
Delante de un gran muro de cristal con vistas al patio, en una despejada esquina, he dispuesto un pequeño jardín japonés con tintes de invierno.
Sobre una superficie de piedras de mármol blanco machacadas surgen las siluetas de unos árboles secos, estilizadas muestras retorcidas de naturaleza muerta. Pequeñas e irregulares bases de musgo bajo sus bases consiguen su estabilidad a la vez que permiten identificar este montaje un poco con la navidad, efecto que se refuerza con la utilización de velas de cera vegetal en pequeños vasitos.
El efecto que pretendo conseguir es un pequeño bosque moderno en consonancia con su entorno, cálido y diferente. Un encargo realizado por una persona que pretende reflejar un nuevo estado de ánimo a la vez que dar la bienvenida en unas señaladas fiestas.

Playa desierta.





La playa está desierta.
Sus únicos moradores son los objetos desplazados a la orilla por las olas. Su huella se antoja suave, ondulante.
Desgastados por la fuerza del roce contra la fina arena, empujados por un agua cristalina, se depositan cuidadosamente y su rastro se difumina con el delicado subir y bajar de las mareas.
Huellas ocasionales de paseantes inciden en esta gigantesca pizarra. Estas heridas, a modo de letras, nos hablan de tranquilidad, de meditación al olor de la sal y la brisa matutina.
Poco a poco se borran con el vaivén sincronizado de las olas y vuelven a poblarse de nuevos inquilinos, unos vivos, otros no.
La playa está desierta.
Disfrútala.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Detalles del día de Navidad.





Una biblioteca. Un techo rojo con molduras claras. Luz indirecta.
La seriedad de este ambiente se rompe una vez al año con una explosión de ángeles, campanas y cristal.
Vuelvo a desarrollar un mundo fantástico en el que una supuesta vegetación verde ha crecido en un rincón de la habitación. Trepa por las esquinas y las cornisas al igual que lo hiciera una planta de hiedra en el jardín. Solo que aquí está poblada de personajes alados que la habitan rodeados de luces, telas que se retuercen, frutas escarchadas y ramas "descuidadamente" dispersas.
Otro ejercicio de composición que busca sorprender, atraer la mirada individual hacia los pequeños detalles y que ha de impactar en su conjunto. Una decoración excesiva pero que no canse. Una decoración que invite a la fotografía junto a ella, a leer aquel libro que se quedó a medias por falta de tiempo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Castelvecchio (III)





Arte.
No siempre las grandes obras me llaman poderosamente la atención.
Todos los museos esconden detalles, obras menores que me hacen sonreir, me sorprenden por su exquisita factura y composición.
Muchos de ellos se me antojan como adecuados reclamos de souvenirs. Otras como muestras no convencionales de perfección en estilo y acabados...
Cuatro vistas a obras que espero te arranquen una sonrisa, muestren una nueva vista para tradicionales tarjetas de Navidad (¿por que siempre son los mismos cuadros?), nos acerquen a la desbordadora imaginación de unos pintores: grandilocuente, irreal, fascinante... detalles que, sacados de su contexto, se nos antojan imposibles, muy modernos...
Cuatro vistas de un museo que recomiendo. Eso sí, solo si le dedicas su tiempo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Castelvecchio (II)





Las paredes tienen historia propia.
Muros de una antigua fortificación construida a lo largo de los siglos y que en cada etapa se fueron cargando de cultura, de arte. Muros decorados en capas sucesivas que hoy se pueden adivinar en grandes superficies o en reducidos fragmentos salvados y mostrados in situ. Detalles de estudios (figuras, manos) realizados seguramente por los pintores que allí trabajaban como bocetos de sus obras o simplemente dibujos realizados para el descanso, el aprendizaje de los pupilos...
Estos son los pequeños secretos que esconde este museo nada aséptico, ordenado pero no distante. Aquí no se establece una frontera entre espectador y obra. Todo dialoga de manera natural.
Además la reducida y correcta presencia de vigilantes descubre un respeto hacia las obras, hacia en entorno, de unos trabajadores y de unos visitantes que se saben comportar adecuadamente.
Desde aquí recuerdos a las encantadoras mujeres de taquilla. No dudaron en explicarnos las condiciones de las diferentes tarjetas que proponen recorridos por Verona, establecimientos, visitas... Su amabilidad suple con creces sus carencias en idiomas y gracias a ellas comenzó al anochecer una solitaria e inolvidable visita al castillo.
Gracias.

Castelvecchio (I)





El castillo de Castelvecchio de Verona es uno de esos lugares que merecen una visita tranquila. Cansado de realizar viajes"culturales" en lo que lo importante es "ver" arte, colocando aspitas delante de las obras para poder decir: aquí estuve yo o yo lo he visto, prefiero dedicar su tiempo, empaparme del ambiente que las rodea.
Lo maravilloso de este Museo Civico d´Arte (un nombre perfecto) es que permite observar pintura en un entorno cargado de historia, donde las paredes hablan por sí mismas. Cuando ya te has cansado un poco de ver cuadros, el recorrido te propone un descanso paseando entre las almenas de sus murallas, disfrutando de sus vistas y de su privilegiada posición junto al río Agido. De repente una puerta entreabierta te invita a entrar a un torreón donde se siguen exhibiendo esculturas, otra pequeña dosis de arte que se digiere sin empacho, y de nuevo una vuelta por los corredores que dan al patio interior...
Las vistas al evocador Ponte Scaligero (puente fortificado medieval con cimientos romanos), las panorámicas hacia las colinas que circundan Verona... hacen tandem sin igual con las obras de Mantegna y Bellini, de Tiepolo y Tintoretto.

Clásica decoración.





Bueno... estamos en la temporada de las guirnaldas. Una nueva decoración navideña, esta vez el techo de una entrada.
Este espacio reducido concentra un gran número de piezas: huevos de cristal en rojo vivo dispuestos por parejas, piñas naturales rociadas con escarcha brillante roja, arbolitos de barro en blanco y oro, detalles dorados, flores, tirabuzones y estrellas en oro... un conjunto de elementos que colocados en armonía y dejando un lugar conveniente a unas trescientas lucecitas de color cálido, ha de resultar acogedor, sorprendente y "encantador".
De trazas muy tradicionales muestra un trabajo artesano que esconde horas (unas cuantas...) sobre todo dedicadas al anclaje de la guirnalda que soporta todos los artículos, en esconder los múltiples cables en su interior para las luces, direccionar cada bombilla para que se coloque en el lugar deseado...
Decenas de veces ha subido y bajado la escalera para tomar el punto de vista que el espectador tendrá a su entrada y comprobar que resulte proporcionado dentro de la fantasía barroca que poco a poco va generándose. Esto es de agradecer ya que supone un esfuerzo físico que compensará futuros excesos en estos días... ya sabes a que me refiero.

martes, 21 de diciembre de 2010

Nieve en Navacerrada.





Esto es una pequeña locura.
Cuando dicen que va a hacer frío, cuando dicen que se esperan precipitaciones, que no se coja el coche... ¿te vas a quedar en casa? ¿no es tentador hundir los pies en la nieve?.
No te lo pienses.
Ves que el cielo se cierra, que poco a poco empiezan a caer copos... ¡Es la nuestra! Te abrigas en condiciones, llamas a los amigos dispuestos y... a coger el tren. No es el tren de Los Alpes, ya, pero si tienes suerte que la nevada sea copiosa, llegas a Cercedilla y te montas en el tren cremallera, puede ser una inusual y bonita experiencia.
Observas cómo avanza el tren apartando la nieve entre unas pendientes en las que no se ven ni adivinan las vías. La nieve se despeja a los laterales con las cuchillas delanteras y el convoy continúa el camino cuesta arriba entre pinares helados, profundos valles tapizados en blanco y hermosas panorámicas.
Tus ojos no pueden dejar de asomarse a la ventanilla para no perder detalle de tan hermosa estampa. Es como vivir una pequeña película en la que escuchas suavemente las campanillas de una canción navideña, sientes el frío en el rostro, pero no te importa. Llegas a Navacerrada y la nieve se amontona en el apeadero por todos los sitios. Pequeños caminos entre un metro de nieve te permiten llegar a la estación y de ahí en adelante es todo tuyo. La aventura de intentar caminar cuesta arriba es una proeza pero el calor (por muchos calcetines que te pongas no lo sentirás en los pies) que te falta lo compensas con la ilusión de una verdadera batalla de bolas, las carcajadas de algún tropiezo o simplemente con la sensación de hundirte en la nieve.
Sabemos que Madrid no es Suiza. Pero viendo estas fotos alguien podría confundirse.
Es una pequeña locura. Nos costó un resfriado. Pero las risas y el disfrutar de aquella tarde lo merecieron.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Descanso en el jardín.





Ya no hay ruidos. El bullicio de la estación estival da paso a una bella tranquilidad. El jardín de este chalet, que año a año sus propietarios quieren que lo adapte y mejore, respira un aire más descuidado sí, pero también más romántico, más natural.
Las hojas se amontonan de vez en cuando, el césped no requiere tantos cuidados, las ramas crecen sin que nadie las recorte para adaptarlas... Es una época en la que el jardín invita a paseos abrigados, a meditaciones solitarias antes de entrar en casa, encender una chimenea y pasar una relajada tarde.