domingo, 20 de marzo de 2011

Embalse de Sacedón (II).





Segunda entrega de fotografías relativas al embalse de Sacedón.
El paraje donde se levanta la estructura propiamente dicha es un espectacular desfiladero. La carretera de acceso serpentea por uno de sus costados. Numerosos balcones proporcionan agradables vistas aunque el más espectacular es una antigua construcción (creo que un merendero-bar) a la altura del embalse. Su acceso se sitúa justo después de cruzar la cresta del pantano a la derecha, antes de entrar en un túnel por el que se continúa camino hasta Sacedón.
Su estado de conservación no es el más adecuado, pero creo que ahí reside un poco también su encanto. Si tienes suerte y lo disfrutas en soledad descubrirás en su planta baja un balcón volado desde el que se observa, a una altura de vértigo, la central hidroeléctrica al fondo del pantano.
Por unas escaleras de caracol se accede a la terraza superior. Sus vistas por sí solas justifican el viaje, y me hacen imaginar el gentío curioso que visitaría el lugar, hace muchos años, para asombrarse con la dimensión de esta estructura.
A pesar de los avances tecnológicos, de saber que los hay mucho más grandes, sigue asombrando y sin entrar en cuestiones de su acierto ecológico o no, crea un mar interior que después de unos años tan lluviosos su contemplación es un bálsamo de relax.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Escultura en la calle. Praga.





Praga es una de esas ciudades encantadoras cargadas de arte. Es una ciudad para pasear, para perderse por sus calles y disfrutar de la presencia del arte con mayúsculas. Muchas de sus viviendas despliegan hacia el exterior un repertorio de esculturas buscando excusas de lo más insólitas: un simple farol se convierte en una abigarrada secuencia de figuras que sostienen una hornacina de cristal que desprende luz; en la esquina de un balcón, un niño, un querubín, juega y se divierte sentado sobre la barandilla...
Es un placer que todo esto se conserve y se muestre con sencillez natural. Solo has de levantar la cabeza, tener curiosidad, detenerte a observar y disfrutar de pequeños detalles. Conviven estilos muy diferentes, desde el art-noveau a otros mucho más eslilizados de la época socialista, pasando por un desbordante barroco, muestras del tosco románico...
Al final no importa el estilo, sino cómo se resuelve bien dentro de un espacio determinado. Cómo dialoga con los elementos que le rodean. Y la mezcla en este caso resulta enriquecedora, divertida, apasionante.
Pasear por las calles de Praga...

jueves, 10 de marzo de 2011

Lavabo Imperio.





Me vienen tiernos recuerdos de la época en la que realicé el diseño de este mueble. De esto hace más de quince años, y me limitaba a esbozar sobre papel las trazas sencillas de esta pieza. Hoy en día controlaría mucho más su resultado. Habría cuidado mucho más los acabados, resolvería de otra manera unos encuentros de materiales y zonas que ahora no aprobaría.
Pero aún así el resultado refleja en esencia lo que quería trasmitir. Crear un lavabo que recordara la estética romana. Una encimera de mármol verde, un "cuenco" en mármol crema (por entonces muy novedosos), madera rojiza, sencillas molduras o listados en tacos y detalles en bronce...
Una imposición fue la colocación de un monomando para regular el agua. Tras numerosas opciones me incliné hacia un sencillo modelo cromado, que con el tiempo ha resultado perfecto y atemporal. Con precisión fue empotrado en la superficie horizontal de manera discreta pero muy presente. Sin esconderlo y buscando el lado práctico.
El agua brota desde un sencillo caño industrial introducido en una pieza de bronce, que por supuesto no estaba pensada para ello, pero que resolvió el enmascaramiento y resulta atractiva.
Los complementos se escogieron para reforzar esa idea de recuerdo hacia el mundo clásico: una escultura en terracota, una "polvera" napoleónica, una sencilla jabonera en mármol...

miércoles, 9 de marzo de 2011

Llegan las fallas... (III)





Fuego.
Ver arder un tronco en una chimenea, la pequeña llama de una vela... su observación sosegada me inquieta a la vez que me atrae. Ese color naranja, rojo, amarillo... con sus numerosas oquedades trasparentes e impredecibles siempre ha atraído mi curiosidad. Los recuerdos de la chimenea en la casa de mis padres, que casi todas las noches se encendía, son imborrables. Y a mi me encantaba prenderla.
Cómo no me iba a gustar el espectáculo de una hoguera que devora un gran trabajo en cartón piedra. Mis sentimientos se situaban en aquellos instantes entre la pena y la admiración. Sabemos que no volveremos a admirar este trabajo. El año que viene será otro. De igual destino.
Sigo sin terminar de comprender este afán de destruir unas obras que en su corta vida a veces disfruto. Pero esto es así.
Reconozco que es un espectáculo. El público apiñado alrededor... las fachadas de las casas protegidas del calor, los bomberos refrescando el ambiente... El calor desprendido es inaguantable. Una simple farola, tan estrecha, me protege de las dentelladas de un calor abrasador que apenas se mitiga situándome detrás de ella. Pero es suficiente.
Qué rápida trascurre la acción. El fuego lo consume todo y lo que era una singular obra se convierte en un montoncito de ascuas y rescoldos...

martes, 8 de marzo de 2011

Embalse de Sacedón.





El agua. Ese preciado bien que tanto apreciamos, que tanto disfrute nos provoca en piscinas y fuentes, en el simple lavado de unas manos o en la relajación de una ducha se acumula. Los pantanos ofrecen la irreal sensación de un mar interior. Queremos disfrutar del sosiego que provoca la contemplación de una infinita lámina de agua en las posibilidades del interior peninsular. Y a menos de una hora de Madrid se encuentra el embalse de Sacedón.
Y una de las curiosidades que nos ofrece es observar las antiguas estructuras que se conservan de su construcción. Una de ellas es una vía que se introduce en las profundidades del pantano. Imagino que se utilizaría para elevar los materiales de construcción, desde lo que sería el antiguo fondo del valle a la parte superior, para ser mezclados y vertidos en el encofrado. Ahora el único recorrido posible es a la inversa. De arriba a abajo, hasta donde el nivel de agua permite.
Es curioso. Una rampa empinada, muy lineal, que desaparece en el azul verdoso del agua. Poco a poco. Dan ganas de quitarse la ropa y comprobar dónde termina la estructura, qué hay más abajo.

jueves, 3 de marzo de 2011

Llegan las fallas... (II)





De las veces que he ido a Valencia a disfrutar de las fallas en sí, es decir, de los "monumentos" efímeros creados para ser admirados y quemados, he descubierto mi predilección por una que siempre se instala en la misma plaza.
Una de sus ediciones instaló una gran fantasía encerrada dentro de una verja que en sí era un espectáculo. Unos personajes gigantes alrededor de una retorcida farola pueblan esta instalación en donde destaco la minuciosidad con la que está hecha una vivienda. Tejados curvos, chimeneas con su humo ondulante, puntiagudas terminaciones... los detalles asombran. Sobre todo me encanta la vigorosa sensación de movimiento, la unidad de concepción. Todo se enmarca en un estilo, gama de colores. Las estructuras se retuercen y apenas sostienen unas figuras encajadas con maestría.
La gente tiene la oportunidad de visitar el interior de esta fantasía. Un recorrido corto por unas fantasmagóricas habitaciones satisface la curiosidad de quien ha pagado un merecido "peaje" por traspasar la puerta de entrada de la verja, curiosear por el jardín y ver más de cerca la instalación.

martes, 1 de marzo de 2011

Madrid río, la huerta.





Se acerca la primavera y es hora de volver a pasear. Uno de los recorridos al alcance de todos son las riberas del Manzanares. En la zona próxima a Príncipe Pío, se sitúa una zona en la que se han intentado recuperar las disposiciones de antiguas huertas.
Siguiendo la estética de la intervención: grandes bloques de granito, hierro y tierra son los elementos que se repiten en esta zona renovada. Es difícil de imaginar que por debajo de estos frutales y paseos discurren los bucles de un enlace de autopista subterránea.
Alejados de su ruido, un tranquilo paseo nos descubre pasarelas creadas con grandes monolitos triangulares en granito tumbados, miradores elevados desde donde disfrutar de uno de los "skyline" más atractivos de la capital (que ahora se modifica con la construcción del Museo de Colecciones, en las laderas del Palacio Real), esculturas con grandes piezas de... granito, como no...
Los trabajos continúan, y poco a poco observamos (y comentamos) los resultados.
Ya sabeis, es hora de pasear, ya sea para disfrutar y relajarnos, o para empezar a poner en marcha la "operación bikini"...

Llegan las fallas...





Es época de fuego. De olor a pólvora... bueno, comenzamos con topicazos. Para mí lo más importante de estas fiestas es el desarrollo de una imaginación desbordante por parte de los artistas que crean estas efímeras estructuras. Destinadas a un final inmediato me sorprenden, me dan pena (lo reconozco) y no termino de comprender cómo tanto trabajo se destina a un final tan primario. No se me escapa un pasado lejano, de ofrenda al fuego. Esto es mas antiguo que matusalén. Sobrevive a religiones y estados.
Pero de regreso a lo que estábamos hablando, me divierten las irreverencias, me fascinan los colores, ese movimiento congelado, ese instante único. Todo vale. Cada año que las he visitado me sorprenden por su volumen, por sus detalles. Como en todo, yo conecto con algunas más que otras y adivino que, aunque los presupuestos influyen mucho en los resultados finales, siempre despunta el ingenio de lo original.
Y muchos de los personajes no cabe duda de que nos muestran su mejor "perfil"... ¿no es así Carmencita?