Es una cuestión estrictamente personal. Es esa mágica ciudad que realmente descubrí la primera noche de un viaje inesperado.
La cordial amabilidad de la cajera del museo. Un paseo al anochecer entre las almenas del castillo. La felicidad de un merecido descanso. Disfrutar tranquilamente de obras maestras, grandes y pequeñas. Rincones que hablan de vida e historia.
Y sobre todo la inquietud de interrogar todo lo que me rodea, todo lo que me produce placer.
lunes, 15 de febrero de 2010
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