Navidad, navidad, dulce navidad. Lo reconozco: me gusta esta parte del año. No tanto por el comportamiento ñoño en el que todos aparentamos estar, sino por ese afan de cambiar la rutina. Ojalá lo hiciéramos más veces al año y diéramos una vuelta de tuerca más al fin del aburrimiento cotidiano. Excesos, colores (lo siento por los más innovadores; soy clásico en esto: verde, rojo y oro), una pizca (o más) de barroquismo, agobios... Ya esta aqui. No hay remedio.
Nuestra contribución a crear este ambiente ya está hecha. Iluminamos los balcones del edificio, un árbol lleno de luces, coronas de bayas en oro y alitas blancas, una chimenea antigua llena de regalos y al entrar una sonrisa.
Ya sabes donde estamos: Verona, calle Pelayo 44, Madrid.
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