El tiempo y las inclemencias han hecho que todos los elementos que se unieron para formar esta barbacoa formen conjunto. Casi todo permanece igual que cuando se terminó: la decoración de cuencos y jarrones, los pequeños farolillos que discretamente se colocaron en ambos extremos del final del tejado, la grifería que aunque nueva ha adquirido un aspecto "antique" que hace que no llame la atención...
Con la lluvia y el viento, ranuras y rincones han oscurecido justo el punto de volver el espacio encantador y sereno, dar la impresión de mimetizarse con la vegetación que lo rodea, y destacar solo lo necesario por su contenida grandilocuencia en combinación de colores, grandes vigas y rocas y por sus elementos singulares.
En estas fotografías podemos comprobar como el hierro de los farolillos se ha oxidado ligeramente, las maderas que rodean el lavabo se han abierto, mermado y retorcido un poco, con naturalidad, y el revoque de las paredes ha perdido su intenso color rojo en las partes más sobresalientes. Han "emblanquecido", si se puede decir, y da una imagen de superficie muy auténtica.
Esta superficie al principio se iba a realizar creando formas de escayola con la ayuda de una escoba. Al final la masa de escayola, después de realizar diversas pruebas, la apliqué con mis propias manos, dejando surcos con los dedos y relieves con las palmas. Más contundentes en la parte superior cercana al tejado y menos destacada según me acercaba al zócalo y encimera.
Desde luego estoy muy satisfecho de cómo hasta ahora la barbacoa ha soportado el paso del tiempo. Su uso (por supuesto que se utiliza) permite realizar grandes parrilladas o deliciosas paellas debido al tamaño de su rejilla. O simplemente sentir admiración por el fuego cuando se enciende para contemplarlo o sentir el calor de sus llamas cuyo humo asciende por una campana de obra convenientemente estudiada.
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