viernes, 1 de abril de 2011

Lavabo Imperio (II).






Segunda entrega con detalles acerca de una temprana obra realizada hace más de quince años. Esta pequeña habitación situada en la planta calle, un poco sobreelevada, de un chalet a las afueras de Madrid, resultó un aseo de inspiración clásica.
Lo que más sorprende es su techo inclinado a dos vertientes. Es como penetrar en el habitáculo de un templo con el tejado a dos aguas, con una cornisa que marca el inicio de estas superficies no horizontales y refuerza su grado de inclinación.
Lo segundo que llama la atención (aparte del color vivo en un calmado rojo intenso) es el único mueble. El lavabo posee elementos que ya descubrirás en comentarios anteriores, y un espejo sencillo resaltado con dos pilastras planas con tres canales, una pareja de capiteles y un bajorrelieve de bronce pavonado en oro.
Todo con un aire muy a la romana.
Por encima de la cornisa superior del espejo una luz proyecta iluminación hacia el techo, que adquiere el tono cálido (rojizo) de sus superficies y se rebota hacia toda la estancia creando un espacio íntimo, personal, como no deja de ser la función de esta habitación.
El suelo es de mármol crema, una "isla" de claridad que se prolonga con un zócalo de 60 cms. en el mismo material solo interrumpido en el centro, a los pies del lavabo, con una incisión cuadrada de mármol verde a modo de alfombrilla, creando un centro irreal del habitáculo y desplazando la atención que sino recaería inevitablemente sobre el sanitario.
Al principio diseñé (y se empezaron a pintar) unas sencillas decoraciones en pintura sobre las paredes, pero la rotundidad del fondo rojizo sobre todas las superficies pintadas, son el marco perfecto para la colocación de elementos decorativos (cuadros, grabados y alguna que otra pieza) que seguro son admirados con atención en la soledad del uso individual que tiene este espacio.

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