En las inmediaciones del puente de Toledo, cruzando en río Manzanares, se ha levantado una nueva estructura (nunca mejor dicho), un puente que une sus dos riberas.
Se trata de una estructura tubular partida en dos, desplazada en su centro, que me recuerda no se si a un macarrón o a un fusilli gigante. Su acabado exterior de acero, sus láminas perpendiculares a su centro y sus vigas entrelazadas en espiral se me antojan como una pieza de pasta que en sí resulta atractiva.
Me parece acertado su forma de apoyar en el centro. Su quiebro forma un mirador que permite descender mediante caminos serpenteantes a la orilla del rio. Permite una vista excepcional hacia aquello que han denominado la playa de Madrid. En esto no se es muy novedoso pues me recuerda a apuestas ya vistas en Barcelona 92 o la Expo de Sevilla, hace algunos añitos.
Más interesantes me resultan unos estanques ovalados situados en sus proximidades arropados por laderas pobladas de césped y árboles. En especial la que crea un remolino en su centro, sin surtidores. Crean espacios personales y relajantes, íntimos. Aunque también un poco escondidos...
Ya sabemos lo que son las prisas por las inaguraciones y es un poco una pena que el césped que circunda las supuestas "playas" apenas despunte sobre la tierra y en un solo fin de semana haya sido arrasado por un público deseoso de pasear. Es un poco malgastar un dinero al que le faltaría un mes para ser verdaderamente rentabilizado. Pero de este pecado que tire la primera piedra quien no...
Con seguridad se tendrán que realizar mejoras (el ser humano tiende a ir en línea recta y ya he visto atroches a través de las plantas) pero felicito al equipo que he sido capaz de concebir y ejecutar esta obra. Sus acabados son sorprendentes y muy aceptables. El cuidado de la colocación de tantos y tantos kilómetros de bordillos, adoquines, plantas. Su elección y ubicación demuestra que detrás de este proyecto se encuentra alguien que controla todas las fases del desarrollo.
Volviendo al puente hemos de esperar a ver como envejece, como supera los embites del gamberrismo. Da un toque de modernidad a las inmediaciones del puente de Segovia, crea un punto de atracción.
Espero que, como apostilló mi acompañante en la visita, poco a poco se cree una conciencia de respeto hacia la naturaleza y el espacio público al pasear por estas riberas creadas con mimo y esmero.
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