Cómo ha cambiado todo. Ya casi no nos acordamos de la incertidumbre que antes de la era digital resultaba sacar fotos. Tu podías imaginar, intuir aquello que retratabas, pero la verdad no era confirmada hasta que no la veías impresa en papel.
De aquella etapa son estas fotografías que cuelgan en el interior de un aseo. Viradas en sepia y enmarcadas con un modelo "arquitecto" negro, las dispuse en el frente de una pared. Desplazadas del centro, obligan a que para ser admiradas en conjunto, hay que abrir toda la puerta. O entrar en el interior y descubrir que se esconde una quinta fotografía en el muro contiguo. Pertenece a otra serie, en blanco y negro, pero con el mismo tema.
Son detalles, vistas muy concretas de objetos puntuales, del jardín de La Granja (Segovia). Primeros planos de la cara de un angelote, de un jarrón a punto de ser "devorado" por un seto de boj, y otras vistas más generales.
La razón de su disposición, aparte de la sorpresa, radica en que no han de competir con un importante grabado antiguo situado encima del aseo. El profundo fondo rojo-sangre, actúa de marco perfecto a estas ventanas, que muestran imágenes que parecen estar más allá del muro del que penden. Creo que es una acertada disposición y, aunque parezca mentira, el lugar idóneo para su exposición. La privacidad del lugar, su uso individual, invitan a una contemplación despreocupada, que sacia la curiosidad del espectador hasta el punto que el desea.
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