En la planta baja de un chalet a las afueras de Madrid, se localizaba una habitación de usos variados. El propietario es un hombre de negocios que ocasionalmente formalizaba contratos en su residencia. A tal efecto, esta estancia se trasformó en un despacho de prestancia.
La elección de materiales era clara: un despacho, madera. En este caso se realizó un trabajo en nogal, una madera noble de brillo y elegancia natural. Para el techo se utilizó escayola artesana. Una gran moldura en blanco (iluminada con un cordón de luz uniforme en todo el perímetro de la habitación), una greca clásica con hojas de laurel y un plafón de motivos vegetales.
Lo complicado fue dar amplitud a un espacio en el que el volumen de las estanterías (alojan una enciclopedia Espasa completa...) restaban un espacio esencial. Un espejo frontal a la puerta de acceso, encima de una chimenea Adams de época, prolonga y amplía la vista, y la ventana encajada entre estantes más estrechos, funciona como un moderno ábside cuyo centro es ocupado por la mesa.
Además la moldura podría aplastar la habitación debido a su ancho, pero la iluminación la proyectó hacia arriba dando sensación de más altura, con un acertado juego de franjas y cornisas.
El resultado final es una habitación de impronta clásica, intemporal. Modernizada al eliminar excesivos detalles en capiteles, simplificada en las secciones de molduras... Un espacio de marcado valor representativo (para lo que realmente se ha ejecutado) en el que se podía haber optado por un discurso más contemporáneo, pero fue descartado por la propiedad.
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