Es un oasis dentro de la gran ciudad.
Rodeado de mastodónticos edificios al lado del Paseo de la Castellana, sumergido pero apartado del caos circulatorio de la urbe, pervive este palacete de descanso, concebido y construido por el pintor Sorolla, en su estancia en Madrid. Fue su hogar, su estudio y el jardín su refugio. Escenario donde practicar su polícroma paleta de colores, con su pinceladas vibrantes, sueltas pero certeras y seguras.
El jardín rodea tres lados de la casa, y se articuló en tres zonas, una en la entrada que precede al edificio y lo presenta, con su banco de inspiración andaluza; otra con un estanque y columnata de inspiración más clásica salpicada de esculturas; y una tercera con una zona de mesas y sillas donde merendar o conversar a la sombra de un emparrado.
Es un jardín muy personal, en donde hasta podemos casi oír el sonido de unas fuentes mudas en su sequedad. En donde el verde de la vegetación se alegra con el color y olor de unas rosas, unos geranios... En donde un gran magnolio pone la nota exótica...
Representa una época de simbiosis, de combinación de estilos en una superposición que gustaba de rodearse de "cosas bellas". Era el escenario en el que pululaban clientes y realeza, un ambiente íntimo y desenfadado donde coleccionar y exponer obras de arte. Bronces y fuentes, escudos y cerámicas. Toda una combinación de elementos que nos ayudan a comprender el gusto y la vida de un artista afincado por temporadas en la capital.
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