En la carretera N-601, a 137 km. de Madrid en dirección Valladolid, se encuentra, en mitad del campo, el Museo de las Villas Romanas. En el podemos visitar los restos de una villa romana activa en los siglos IV y V. Lo más llamativo sin duda son los lujosos restos de mosaicos que poseía el edificio. Protegidos por una gran estructura moderna en acero, de fácil contemplación desde unas pasarelas elevadas, podemos admirar un arte singular que crea formas hermosas en el pavimento a base de miles de pequeñas piedrecitas multicolres.
Formas geométricas, vegetales, otras figurativas. Todo vale para crear un universo que se pisa, que se disfruta durante la vida cotidiana y que ha perdurado más de 1500 años. Es curioso comprobar como algunos diseños de mosaicos se nos revelan actuales, como si hubieran surgido de un catálogo contemporáneo de pavimentos.
En los restos de algunas paredes podemos observar como, cuando el presupuesto no lo permitía (hace tanto tiempo y las cosas siguen sin cambiar...) en lugar de cubrir las paredes con ricos mármoles, se imitaban con pinturas y esto permitía desarrollar una gran imaginación en formas, colores y vetas.
Es muy importante cómo los mosaicos permitían elaborar una imagen muy personal de los propietarios, pues se escogía qué imágenes, textos o motivos permanecían bajo los pies al alcance de las miradas de cada visitante.
Me resulta curioso el pequeño mosaico de unos peces que permanecía en el fondo de un estanque. Es un motivo muy usual de decoración de los baños romanos, y me permite imaginar el placer que sería tomar un baño disfrutando de su imagen a través del agua, como si estuvieran estos peces compartiendo el agua conmigo.
El yacimiento completa sus instalaciones con un museo y la reproducción visitable de una villa estereotipo romana. Con su patio, comedor , dormitorios...
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