Llega el buen tiempo. Con el, las ganas de disfrutar de un jardín dormido, muy frondoso tras unos meses de viento y lluvias. Hay que empezar a sentirse bien en este espacio que a veces es engalanado con macizos de flores.
Me gusta diseñar jardines que no necesiten un mantenimiento excesivo. Que no sean perfectos. A pesar de la inserción de estructuras (fuentes, barbacoas, asientos...) estas han de envejecer con encanto, sin desmerecer el conjunto. Por eso me gusta trabajar con materiales nobles.
Y de vez en cuando darles una nota de color. Un jardín sin flores es... pero se que estas son de temporada. Y ahí está el encanto. En que cada año se diseña un nuevo enfoque en colores, formas... El fondo permanece: verde, exuberante. Pero los detalles cambian.
Y para las ocasiones especiales se puede sustituir el surtidor central de un estanque por un macizo rocoso del que surgen delicadas flores: puras en su color, que se reflejan en las aguas tranquilas.
Un ejercicio de imaginación creativa que puede adoptar múltiples soluciones.
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