domingo, 26 de diciembre de 2010

Playa desierta.





La playa está desierta.
Sus únicos moradores son los objetos desplazados a la orilla por las olas. Su huella se antoja suave, ondulante.
Desgastados por la fuerza del roce contra la fina arena, empujados por un agua cristalina, se depositan cuidadosamente y su rastro se difumina con el delicado subir y bajar de las mareas.
Huellas ocasionales de paseantes inciden en esta gigantesca pizarra. Estas heridas, a modo de letras, nos hablan de tranquilidad, de meditación al olor de la sal y la brisa matutina.
Poco a poco se borran con el vaivén sincronizado de las olas y vuelven a poblarse de nuevos inquilinos, unos vivos, otros no.
La playa está desierta.
Disfrútala.

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