lunes, 7 de febrero de 2011

Patio del Castillo Sforza. Milán.





La luz.
Ese preciado bien tan buscado en todo tipo de construcciones y edificios.
En un castillo este bien escasea. Sus muros masivos apenas dejan espacio para pequeñas aberturas destinadas al contraataque o vigilancia. La iluminación cenital, desde arriba, provoca la creación de unos espacios ricos en matices, superficies que desvelan sus texturas.
En este patio del castillo de Milán, vemos la presencia del ladrillo a cara vista o lo intuimos debajo de la capa de enfosque. La humedad de la región aviva el tono rojizo y terroso de estos pequeños elementos que apilados cuidadosamente conforman contundentes muros, resistentes suelos y techos.
Su forma se puede redondear para crear arcos y molduras. Las "partes nobles" se ejecutan en piedra y para interiores su acabado se suaviza con mortero que se puede pintar, ocultando juntas y perfiles.
Corredores, puertas y ventanas se abren a este espacio para permitir la ventilación del edificio. Su presencia es excusa para incluir formas constructivas que permiten datar la construcción. En este caso, el conjunto se completa con una fuente que aporta un tranquilizante susurro. Las monedas son el reflejo de una presencia turística ávida de marcar territorio...

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