domingo, 3 de abril de 2011

La soledad de Neptuno.





Ahora que llega el buen tiempo, que el sol empieza a calentar las temperaturas, me resulta curioso bucear por los archivos de mis fotografías y recuperar imágenes. Ayer hablaba del diseño en la época clásica. De cómo aun con un lenguaje realista se podían realizar apuestas arriesgadas, combinaciones de elementos insólitos. Y me vino a la memoria unas instantáneas que realicé este invierno en un paseo por los jardines de La Granja.
Neptuno es una escultura "perdida" en un rincón alejado de la fachada del palacio. Es una sorpresa que sólo los más curiosos descubren tras ascender la ladera en la que desarrolla la fuente principal en cascada en el eje central con el palacio. Rodeas el cenador de la cúspide y vuelves a bajar la otra cara de la ladera hasta encontrar un amplio jardín poblado de impresionantes secuoyas y pinsapos entre otras especies de árboles. Sus gigantescas ramas sucumben al peso y rozan el suelo, se introducen en los setos de boj que marcan la geometría de unos jardines trazados con plumilla pero que resultan tremendamente naturales.
En los vértices de estas supuestas trazas desdibujadas por el crecimiento descontrolado de la naturaleza se sitúan esculturas elevadas en pedestales. Casi todas son dignas de ver pero la factura de algunas, su acierto compositivo, las convierten en obras de arte para mi excepcionales.
Y aquí es en donde llegamos a Neptuno.
Una solitaria escultura rodeada de vegetación, esculpida con fuerza y acierto. Sus acabados revelan el trabajo de un cincel utilizado con especial esmero (destaco el detalle de la concha situada a sus pies: el efecto conseguido nos desvela una superficie que se me antoja anacarada, con sus vaivenes ondulantes y sus distintas fases de crecimiento). Y el trabajo en hojas, dedos, barbas... es soberbio.
Su sencilla composición no descarta un movimiento sinuoso acentuado por los ropajes y una pierna adelantada que provoca naturalidad y volumen. No resulta una pose forzada, aunque sí lo sea un poco, y los detalles vegetales, junto con el tritón de sus pies abandonan el espacio ordinario destinado a ellos dentro de la base y lo sobrepasan escapando a unos límites y a unas reglas sabiamente trasgredidas.

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