Bueno... estamos en la temporada de las guirnaldas. Una nueva decoración navideña, esta vez el techo de una entrada.
Este espacio reducido concentra un gran número de piezas: huevos de cristal en rojo vivo dispuestos por parejas, piñas naturales rociadas con escarcha brillante roja, arbolitos de barro en blanco y oro, detalles dorados, flores, tirabuzones y estrellas en oro... un conjunto de elementos que colocados en armonía y dejando un lugar conveniente a unas trescientas lucecitas de color cálido, ha de resultar acogedor, sorprendente y "encantador".
De trazas muy tradicionales muestra un trabajo artesano que esconde horas (unas cuantas...) sobre todo dedicadas al anclaje de la guirnalda que soporta todos los artículos, en esconder los múltiples cables en su interior para las luces, direccionar cada bombilla para que se coloque en el lugar deseado...
Decenas de veces ha subido y bajado la escalera para tomar el punto de vista que el espectador tendrá a su entrada y comprobar que resulte proporcionado dentro de la fantasía barroca que poco a poco va generándose. Esto es de agradecer ya que supone un esfuerzo físico que compensará futuros excesos en estos días... ya sabes a que me refiero.
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