No habíamos hecho planes. Tras unos intensos días de reuniones y comida amanecía un frío domingo. Bajo cero...
De repente se me antojó pasear por los jardines de La Granja (Segovia). A una hora por autovía desde Madrid no era demasiado tarde para intentarlo. Y vaya si mereció la pena.
Un blanco manto de nieve cubría los jardines. Arboles y estatuas lucían una nueva vestimenta. Un paseo por estas desiertas avenidas desvelaban inusuales perspectivas, descubrían fuentes y estatuas arropadas por un frío ropaje que las hacía más atractivas, más románticas.
El sol brillaba con fuerza y reforzaba las sombras que proyectaban los árboles contra las praderas. Pinos, abetos, castaños... setos de boj, hiedra... la mirada se centra en cómo la nieve se posa sobre sus superficies. Los cristales de hielo avanzan hacia el cielo en una asombrosa competición que merece una detenida observación. Amplía la foto del primer plano de nieve y comprobarás con detalle como a la potente luz de día estas diminutas y puntiagudas puntas desvelan un universo geométrico, casi perfecto, que a simple vista se antoja tan suave como un terciopelo blanco.
Para mí, los jardines de La Granja representan uno de los más evocadores ejercicios de paisajismo realizados en Europa. Sus acertadas perspectivas, su entorno agreste de montañas y vegetación, los convierten una de las escapadas más acertadas desde Madrid.
Un antiguo placer real, ahora al alcance de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario